Con cierto retraso respecto al año anterior,
el pasado lunes observe en unos rastrojos de arroz mis primeras grullas de la
invernada 2012-13, se trataba de cuatro ejemplares adultos que se limitaban a
descansar, picoteando de vez en cuando el alimento surgido de la reciente
recolección; sorprendente que en todo el tiempo que permanecieron en el lugar y
en los posteriores vuelos parecían mudas, ningún trompeteo las delataba, y la
verdad, después de tanto tiempo me hubiese agradado escucharlas.
Al día siguiente regrese al mismo punto, en
el que continuaban los cuatro individuos,
en esta ocasión cuando alzaron vuelo, si emitieron al aire algún corto
trompeteo. Apenas audible con el notable ajetreo que se producía en la zona,
debido al trasiego constante de tractores, cosechadoras y demás maquinaria agrícola
que se afanan en sacar provecho a maizales y arrozales de los alrededores, bien
condimentado con un sinfín de cañones de carburo que le sobresaltan a uno en
los sitios más insospechados.
En el momento presente, las grullas se
encuentran en pleno periplo migratorio, nada menos que 100.000 están en Alemania,
principalmente en la zona de Rügen; unas 8.000 en Suecia (Hornborga y
Kvismaren), 1.400 en Francia (la mayoría en la zona norte, Lac du
Der-Chantecoq, y unas pocas al sur, en Arjuzanx), y ya dentro de España 10 en
Gallocanta; de todas ellas un buen porcentaje acabaran invernando en
Extremadura.
En la ruta Oriental al menos 50.000 en Hungría,
algunas de ellas igualmente pasaran por Extremadura, tras atravesar el Mediterráneo
y el norte de África entrando por Andalucía en algún momento de la invernada.
La mayoría de estas acabaran en Sudán, Egipto, Israel.
Y que se encontraran aquí?, no es mal año de
bellotas a pesar de la sequia, otra cosa es que en la Zona Centro ya es difícil
encontrar un encinar sano, las escasas zonas interesantes para cobijar grullas están
fuertemente "custodiadas" para que su fruto acabe en las fauces del
ganado, y por si fuera poco se está imponiendo la moda de sembrar olivares y
frutales intensivos en las dehesas, entre las encinas, burlando el paso burocrático
de pedir permiso para arrancarlas, pero haciendo inservible esa montanera para
las grullas, y en muchos casos condenando a las encinas a una muerte segura.
Las miles de hectáreas de maizal y arrozal,
tampoco son ninguna garantía para las grullas, cada vez son más los arrozales
fangueados, muchos de ellos antes de que una sola grulla ponga sus patas en
ellos; en los maizales cada vez más se aprovechan las rastrojeras a diente por
las ovejas. De las siembras de cereal en secano, ni hablar, todo es una
parafernalia de carburos, cintas brillantes al viento y coches vigilantes con
sus bocinas bien preparadas.
Las colas de los embalses, bien provistas de
pescadores y paseantes, para no dejar descansar a las aves en sus dormideros.
Todo ello sin mencionar, tendidos eléctricos, actividades industriales y un
aprovechamiento cinegético excesivo que incluye hasta el ultimo centímetro de
campo.
Lo peor de todo es que la mayoría de estos
aprovechamientos, tienen legitimo sentido para sus propietarios, más aún en los
tiempos que corren.
El resultado puede ser que en los próximos años asistamos
a una redistribución de las grullas a nivel europeo y extremeño; la última
palabra la tendrán las propias grullas, cuyo instinto definirá su status en
cada uno de los sitios donde invernan y los futuribles, que seguro aparecerán.
Finalmente me viene a la memoria una conversación con el recientemente
fallecido y maestro de grulleros Göran Lundin, en la cual resaltaba que las
grullas al final estarán donde verdaderamente se las quiera y estime.