El pasado día 6, con una climatología fría y neblinosa, decidí dar una vuelta por un área grullera cercana a la localidad de Casas de Don Pedro, donde el ambiente que vive la especie es típicamente tradicional pues su vida se desarrolla entre dehesas, siembras de cereal en secano y posíos tanto arbolados como desarbolados, algo retirado del ajetreo de los campos de regadío, donde todo puede cambiar de un día para otro.
Acompañado de dos amigos de gallocanta: Felipe y Antonio, y con mi hijo Miguel realizamos fructíferos recorridos, observando las aves en un ambiente relativamente tranquilo, todo ello a pesar de que se trataba del último día de la temporada de caza.
A media jornada decidimos dirigirnos al cercano pueblo para comer, y en un último vistazo antes de salir a la carretera localizamos un grupo de 4 grullas, de las cuales una de ellas portaba anillas alemanas, como se puede ver en la imagen.
Una vez leída la combinación, nos llama poderosamente la atención una clara malformación que manifiesta en el pico, en aquel momento recuerdo al “pájaro loco” de los dibujos animados de hace ya unos añitos. Comento con Felipe las posibles causas de tal defecto, ¿algún tumor? –aunque estos suelen ser más frecuentes en las tibias y la cabeza de las grullas-, ¿algún accidente?, algo congénito? (cosa que posteriormente descarto al leer su historial que no refleja nada al respecto).
Dándole vueltas a la cabeza, finalmente saco la conclusión de que su pico destrozado de esa manera, tiene un claro causante: el hombre. Observando detenidamente se comprueba que la deformación del pico no aparece desde la base del mismo, sino desde unos centímetros por debajo de su nacimiento, encorvándose igual y desde el mismo punto tanto hacia arriba como abajo. Posible causa de semejante barbaridad, un cepo o una ballesta que el ave encuentra en su camino con algún cebo goloso para ella, quizá buscando otra víctima, quizá buscando un castigo ejemplar por su necesidad de comer para sobrevivir.
La persona que lo hizo, tal vez no sabía que el ave tiene 4 años, que procede del área de Brandeburg en Alemania, y que todos los años pasa su invierno en España, tampoco le importara mucho y no le debieron explicar bien en su niñez el respeto por lo que nos rodea. En todo caso ver como esa grulla, a pesar del daño terrible que le infligió, sigue comiendo bellotas, semillas y bulbos, sobreviviendo y disfrutando de nuestra magnifica tierra y sus dehesas, seguro que le daría una lección de lo que es luchar por vivir, de solidaridad con el resto de sus compañeras, cuando vigila para que no nos acerquemos demasiado y de dignidad porque ella no hará ningún daño gratuito a nada ni nadie.
Espero que el futuro me depare más encuentros con ella, no tanto por volver a ver sus anillas sino por comprobar que sobrevivió a una situación tan adversa.